No sé hacia dónde va la poesía española contemporánea. Sostienen que la componen multitud de registros o grupos. Idearios, convicciones, sensibilidades, juegos de luces y sombras. Sólo puedo dar fe de la existencia de un presente esperanzador surgido de una lucha sin cuartel contra todas las formas del horror. ¡Qué hermoso saberse dueño del presente sin sentir el peso opresivo del futuro! Poder decir: la felicidad existe, sin retóricas o héroes -la poesía no necesita de los héroes, otras son sus formas de heroísmo-. La felicidad, una mirada verde tras la celosía y un pájaro que va perdiendo a dentelladas de azul su brillo hasta llegar a extinguirse en pleno vuelo. ¡Y una voz! ¡Y una risa! ¡Y las calles de este nuestro sur, tan heridas siempre de milagros! Y libros, libros claros, claros como este que hoy alberga entre sus manos, mi querido lector. La felicidad es también un libro claro y profundo. Lo profundo que sólo es, que sólo puede ser aquello que transforma, que nos transforma profundamente, haciéndonos caminar en una dirección insospechada.
La belleza tiene una historia, no puede ser anulada. Un nacimiento, un fin y un sinnúmero de momentos que la configuran. Piedra a piedra y día a día la belleza se hace, construye su historia alimentándose de su propia sangre. Rincón da estas páginas a la imprenta para impedir que el olvido se apodere de la historia de su belleza. Su historia lo empuja, él se mantiene firme haciendo suyo el idioma de los amantes intemporales. Amantes de cualquier tiempo y lugar se reconocen en la pulsión que estructura el poemario. Poemas que a modo de fotogramas dibujan un mapa exacto: Seat Ibiza del 96, Extraños, Vostok, Despertar sin ti... Felicidad y belleza surgiendo tras un proceso de escritura en el que el autor ha ido desechando cuanto hiere al poema, todo cuanto no le pertenece, lo que impedía -”une certaine fascination de la tragédie”- que llegara limpio a quienes sin saberlo tanto lo necesitan, a ti querido lector.
Ahora puedo ver amanecer desde la mirada que me prestan estas páginas. Puedo tocar el sol aquí dentro. Tocarlo, verlo. Sentirlo. Crecer, estoy creciendo desde la reafirmación vitalista que el poeta pradense propone, desde su verdad última y desnuda. Son las palabras vivas que abren la reflexión sobre el idioma y su acabamiento. Palabras vivas versus palabras muertas. Muertas, encerradas en cárceles de papel donde languidecen y mueren sin haber conocido vuelo alguno. Palabras sin música incapaces de explicar el poder del espejismo o la dulzura de la alquimia. La alquimia secreta, esa vida que nada tiene que ver con el paso del tiempo. Amor la llaman algunos, otros – tal vez más pudorosos- clave esencial. El amor es el tema y el horizonte de ‘40 planes de fuga’. Pienso en Brentano y Scheler, en el amor como proceso intencional que trasciende. Una elección personal que llega hasta el otro. Amor electivo que posee sus propias reglas -ordre du coer-. El amor, una elección personal. Hay quien conoce el amor, pero escoge el odio y escribe con brillantez desde él. Hay quien conoce el amor, pero opta por la muerte, se enamora de ella y mata sin querer cuando silencia el nombre exacto de las cosas. Y hay quien elige la vida, quien la escoge tras conocer el dolor, y es en ellos donde todo se torna tan luminoso como intenso. Todo en ellos viene impregnado de una fuerza elemental: la honestidad. Poetas, creadores del lenguaje, que no renuncian nunca a sus iniciales presupuestos, insobornables jamás varían el rumbo de su nave, jamás olvidan la historia de su belleza. ¿Quién necesita corregir la hoja de ruta cuando esta viene dictada por el flujo de lo vivo? Los verdaderos poemas huyen, escribió Emily Dickinson. ¿Cómo capturarlos? ¿Cómo retenerlos? Tal vez por eso mantengamos la fe en la poesía, en la belleza incontrovertible y efímera que siempre representa el triunfo de lo imposible. ¡Y todo está aquí, en el fulgor de este libro! Todo: el amor, la justicia, la distancia, el coraje, la lucha incesante:
Correr borrachos
por un campo de minas.
Eso es la vida,
y no existe tiempo
que pueda curar
esas heridas.
La ternura, la búsqueda, la fuerza, el diálogo con los límites:
No digas nada,
no tienes por qué hablar,
deja que lo haga tu cuerpo.
Inventemos un idioma nuevo
mientras arden las calles....
Palabras vivas que invitan a hacer y deshacer el mundo una y otra vez. Acérquense, nada teman, este libro es una llave, ya sólo necesitan encontrar la puerta adecuada. ¡Y cuando lo hagan, dejen el miedo fuera, aquí están a salvo! ¡Aquí podrán respirar! Habrán llegado al “jardín desde el que va subiendo el aroma de los naranjos en flor”.
Omnia vincit amor.
La belleza tiene una historia, no puede ser anulada. Un nacimiento, un fin y un sinnúmero de momentos que la configuran. Piedra a piedra y día a día la belleza se hace, construye su historia alimentándose de su propia sangre. Rincón da estas páginas a la imprenta para impedir que el olvido se apodere de la historia de su belleza. Su historia lo empuja, él se mantiene firme haciendo suyo el idioma de los amantes intemporales. Amantes de cualquier tiempo y lugar se reconocen en la pulsión que estructura el poemario. Poemas que a modo de fotogramas dibujan un mapa exacto: Seat Ibiza del 96, Extraños, Vostok, Despertar sin ti... Felicidad y belleza surgiendo tras un proceso de escritura en el que el autor ha ido desechando cuanto hiere al poema, todo cuanto no le pertenece, lo que impedía -”une certaine fascination de la tragédie”- que llegara limpio a quienes sin saberlo tanto lo necesitan, a ti querido lector.
Ahora puedo ver amanecer desde la mirada que me prestan estas páginas. Puedo tocar el sol aquí dentro. Tocarlo, verlo. Sentirlo. Crecer, estoy creciendo desde la reafirmación vitalista que el poeta pradense propone, desde su verdad última y desnuda. Son las palabras vivas que abren la reflexión sobre el idioma y su acabamiento. Palabras vivas versus palabras muertas. Muertas, encerradas en cárceles de papel donde languidecen y mueren sin haber conocido vuelo alguno. Palabras sin música incapaces de explicar el poder del espejismo o la dulzura de la alquimia. La alquimia secreta, esa vida que nada tiene que ver con el paso del tiempo. Amor la llaman algunos, otros – tal vez más pudorosos- clave esencial. El amor es el tema y el horizonte de ‘40 planes de fuga’. Pienso en Brentano y Scheler, en el amor como proceso intencional que trasciende. Una elección personal que llega hasta el otro. Amor electivo que posee sus propias reglas -ordre du coer-. El amor, una elección personal. Hay quien conoce el amor, pero escoge el odio y escribe con brillantez desde él. Hay quien conoce el amor, pero opta por la muerte, se enamora de ella y mata sin querer cuando silencia el nombre exacto de las cosas. Y hay quien elige la vida, quien la escoge tras conocer el dolor, y es en ellos donde todo se torna tan luminoso como intenso. Todo en ellos viene impregnado de una fuerza elemental: la honestidad. Poetas, creadores del lenguaje, que no renuncian nunca a sus iniciales presupuestos, insobornables jamás varían el rumbo de su nave, jamás olvidan la historia de su belleza. ¿Quién necesita corregir la hoja de ruta cuando esta viene dictada por el flujo de lo vivo? Los verdaderos poemas huyen, escribió Emily Dickinson. ¿Cómo capturarlos? ¿Cómo retenerlos? Tal vez por eso mantengamos la fe en la poesía, en la belleza incontrovertible y efímera que siempre representa el triunfo de lo imposible. ¡Y todo está aquí, en el fulgor de este libro! Todo: el amor, la justicia, la distancia, el coraje, la lucha incesante:
Correr borrachos
por un campo de minas.
Eso es la vida,
y no existe tiempo
que pueda curar
esas heridas.
La ternura, la búsqueda, la fuerza, el diálogo con los límites:
No digas nada,
no tienes por qué hablar,
deja que lo haga tu cuerpo.
Inventemos un idioma nuevo
mientras arden las calles....
Palabras vivas que invitan a hacer y deshacer el mundo una y otra vez. Acérquense, nada teman, este libro es una llave, ya sólo necesitan encontrar la puerta adecuada. ¡Y cuando lo hagan, dejen el miedo fuera, aquí están a salvo! ¡Aquí podrán respirar! Habrán llegado al “jardín desde el que va subiendo el aroma de los naranjos en flor”.
Omnia vincit amor.
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